martes, 20 de julio de 2010

El amigo Fontanarrosa



No me hablen más de él

No me hablen más por él

Que yo lo veo en cada esquina

Y lo escucho en el café



Desde hace un par de años –cuando mi tío me incitó a la lectura de los cuentos del Negro- que tengo la convicción absoluta de que me voy a cruzar con Fontanarrosa por la calle (la misma que tengo con el gordo Urdapilleta). Así, de casualidad: yo lo veo, le cruzo unas palabras y él me invita, obviamente, a tomar un café (en el caso del gordo es a tomar unas ginebras, aunque a mí la ginebra no me guste). La escena transcurre en la calle Corrientes o en algún barrio típicamente porteño, acaso sea Boedo. En el bar hablamos de fútbol, de la amistad rota (no para nosotros) entre San Lorenzo y Rosario Central, de lo buenas que están las minas rosarinas, de política y de alguna que otra frivolidad que la academia catalogaría de machista.

Ayer toda la fantasía se me vino abajo. ¡Qué boludo! ¿Cómo iba a toparme por la calle con Fontanarrosa si vive en Rosario?

Hoy el diario dice que hace tres meses vino a dar una conferencia a la Biblioteca Nacional. Y yo me entero hoy, la puta madre. Era el momento...ese era el cruce “inesperado”: yo me hacía el que iba a trabajar como todos los días y me lo “cruzaba” en el auditorio Borges. Lo del café y todo eso podía obviarse, con un una mirada y algunos saludos hubiera estado bien. Nuestro encuentro no era imposible, de hecho estuvo bien cerca.

Karina Micheletto dice en página 12 que “supo decir lo más profundo de la manera más simple”. Nadie ha tenido tanta razón en un medio masivo de comunicación en mucho tiempo. Porque el Negro Roberto Fontanarrosa era el Hombre de la calle de Jaime Roos. El tipo que “atraviesa el temporal” y va al laburo, el que conversa con sus amigos, al que nada lo apasiona y, a la vez, se enardece noventa minutos por una pelota de fútbol.

El Negro no hablaba de ese tipo, ni por ese tipo; el Negro era ese tipo. Sus personajes son esos tipos, con todas su profundidades en sus simplezas. Y a uno no le cuesta nada reconocerse y reconocer a sus amigos en esos cuentos, en esas anécdotas, en esas conversaciones que te hacen descostillar de la risa por lo cercanas y cotidianas.

Recuerda Sasturain que “un amigo –decía el Negro– es alguien con el que no te tenés que cuidar ni reprimir. Hay una base de confianza que nada puede conmover. Por eso, si un amigo viene y te dice ´No sabés la película iraní que acabo de ver´, vos le podés decir: `No me empieces a romper las pelotas`”.

El negro Fontanarrosa se murió. Y aquel encuentro es ya imposible. Habrá que conformarse con volver a cagarse de la risa con un cuento o una historieta suya. Esa es la mejor manera de encontrárselo.



Leandro Gamallo

20/07/07

domingo, 11 de julio de 2010

El David. Firenze, ciudad encantada


Mi idea original era ponerle la casaca a David, pero las normas de "La Academía" no permiten fotos. Despues de descubrir a un guardia sacándole una foto al David -una de las esculturas más importantes de la historia realizada por el genio loco Miguel Angel-, me permitieron sacar una foto. Sin ningún apuro, y ya con la galería casi cerrada la saqué. Acá esta.

Muro de Berlin


Junio 2010 en Berlín. Mendieta sigue recorriendo. Un lugar emblemático que la trágica historia del siglo XX nos legó.